Seguidores

miércoles, 30 de septiembre de 2015

MOLOTES

La historia del molote se pierde en el sincretismo colonial entre las costumbres hispanas, criollas, mestizas y los gustos populares. La tinga no se comía antes de la conquista, tampoco el queso, los tlales de chicharrón, o la longaniza. Los alimentos cotidianos eran las flores de calabaza, cuitlacoches, chiles del tiempo o similares, granos de maíz, hongos y setas silvestres. 
En el pasado, se compraba la masa en tortillerías y molinos. En el quicio de los zaguanes de las vecindades o a la salida de las iglesias aparecieron anafres de carbón y comal, a un lado una mesita con mantel primero de tela, sobre ella platos de masa preparada con harina de trigo cernida, guardada toda la tarde envuelta en una jerga húmeda dentro del o sitio frío, en pequeños platos estaban los rellenos, la papa hervida y troceada, con sal de grano, epazote, queso fresco en rajas, chiles jalapeños, tlales de chicharrón y una pasta de jitomate, cebolla y algo de chilpotle, mal llamada “tinga”, requesón, cuitlacoches y flores de calabaza; las niñas ayudaban a las madres y abuelas a preparar el molote; se hacía una bolita de masa con las manos salpicadas de agua, se colocaba sobre un trapo limpio y húmedo en la tortilladora manual, se aplastaba todo con la tapa y de ahí se le daba una pasada en las manos para agrandarla un poco, agregaban el relleno, se doblaba y metía en manteca caliente, de ahí salía el molote, crujiente, y se ponía escurrir sobre papel de estraza.  
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario