Lugar sencillo, mas no simple. La ambientación es moderna y acogedora, bien decorado. Lugar pequeño y bien conservado que invita a probar la carta.
En ausencia de gran vista, cristalería, mantelería y platería, hay que concentrarse en la parte culinaria. Las croquetas de chorizo son obligadas para abrir con un clamato extraordinariamente bien preparado por el vecino bar tender en la parte alta del restaurante. Las semitas (tipo hamburguesas) son la especialidad. La de Portobello fue mi preferida, de apariencia poco dietética por el pan que lo envuelve, el sabor es caco y poco saturado. Una joyita poblana que fusiona ingredientes tradicionales con un toque moderno. Todos los platos sencillamente bien decorados. Los postres combinan lo tradicional con toques típicos mexicanos, una delicia.
El servicio es como en casa, bien atendido por jóvenes con entusiasmo. Visita opcional en Puebla más allá de los tradicional.
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